Se trata de Enrique Ariel Torres, quien brinda diariamente alimentos a los vecinos de los barrios más necesitados de nuestra ciudad.
“Ayudame a ayudar” es el lema que define a Enrique Ariel Torres. A partir de su historia de vida, este hombre de 44 años encontró que su misión era ayudar.
Todos los días, suministra alimentos y artículos que son de suma necesidad a los vecinos de distintos barrios de nuestra ciudad. Desde barrio Autódromo hasta San Patricio reciben a Enrique con los brazos abiertos.
Cinco años atrás, Torres fundó la Feria del Libertador, en el barrio Belgrano. Allí los vecinos se acercaban a intercambiar cosas, mediante la modalidad del trueque.
Por lo que comenzó a entrar en contacto con la realidad que se vivía en distintos barrios y las necesidades que enfrentaban.
A medida que la feria se consolidaba, Enrique se fue involucrando con los problemas de los vecinos.
De esta manera, supo que su misión estaba en otro lugar. La visita a comedores, otros barrios y las historias de los vecinos lo conectaron a su propia historia de vida.
“Yo me crié en la calle”, relata Enrique y agrega: “Sé lo que siente una criatura cuando le duele la panza de hambre, lo viví”.
Enrique conoció el hambre y el frío en primera persona, cuando era tan sólo un niño. Reconocer su dura infancia en el presente de los vecinos despertó su vocación de servicio.
Así comenzó ayudando con 5 comedores, que hoy en día se multiplicaron hasta llegar a 24 espacios, donde acuden más de 2000 chicos.
Si bien contó en un principio con alimentos brindados por Desarrollo Social, Enrique denuncia que estos nunca fueron suficientes para cubrir todos los comedores.
A los alimentos brindados por el Estado, Torres le sumaba los comprados de su propio bolsillo, para que nadie se quedara sin su plato de comida.
Las redes sociales se volvieron el aliado clave. Al conocer su tarea, su perfil de Facebook, que ya cosecha más de 2 mil seguidores, se convirtió en la vía ideal para pedir su ayuda o brindarla. Allí Enrique muestra su tarea social y anima a que las personas ayuden con donaciones, sean grandes o pequeñas.
Desde Caritas, locales de la ciudad e incluso familias brindan su ayuda a la noble tarea de Enrique.
“He ido a buscar dos paquetes de fideos y una polenta a una casa que se cae a pedazos”, cuenta Torres, conmovido quien considera que “las personas que menos tienen son las que más ayudan. Lo poco que tienen te lo dan, porque saben que puede haber alguien peor que ellos”.
Su auto Renault 12, modelo ’86, también se pone al servicio de la gente. Allí, Enrique carga las donaciones y recorre la ciudad, llevando ayuda. Desde repartir alimentos, abastecer comedores, cocinar para los vecinos, hasta conseguir medicamentos o prótesis, son algunas de las tareas en las que se involucra Enrique.
Para poder solventar los gastos, Torres pone al servicio su pequeña productora de eventos, con la que realiza festivales para recolectar dinero y poder comprar mercadería
Toda su vida se encuentra atravesada por su vocación de servicio. “Yo estoy donde no está Desarrollo Social, donde no están los políticos”, señala Enrique, que denuncia la ausencia del Estado en los sectores más pobres de nuestra ciudad.
En este contexto, Torres denuncia que hasta diciembre del año pasado recibía alimentos de Desarrollo Social, que eran entregados en los comedores. Pero a partir de este año, esa ayuda desapareció. “Nadie ve barrio Belgrano, barrio Rocha. Nadie ve las necesidades de la gente. Yo no se cómo hacen para dormir los políticos, cuando hay hambre”, resalta Enrique.
La familia entera de Enrique está involucrada en esta tarea. Sus cuatros hijos, de 13, 15, 17 y 18 años ayudan a su padre, por lo que se dividen las tareas para poder abarcar todos los barrios posibles. Al principio, los chicos lo acompañaban, ahora se involucran a la par de su padre, ayudándolo a ayudar.
“Estoy orgulloso de mis hijos, de lo que dejo en ellos, la mentalidad de ayudar a otro”, señala Enrique.
Felicidad por ayudar al prójimo
Hace poco tiempo, Don Miguel, de 74 años, que padece ceguera en un ojo a causa de la diabetes, perdió su casa. En 48 horas, los vecinos de la zona se pusieron en marcha para conseguirle alojamiento y se contactaron con Enrique. Su perfil de Facebook se llenó de mensajes y la solidaridad se transformó en una cama, heladera, salamandra, ropa, frazadas, y otros elementos para Don Miguel.
Otro de los casos que más marcó a Enrique fue el de una niña, que sufría de bajo peso y parálisis en las piernas.
Gracias a las donaciones de una formula alimenticia por parte del Hospital Italiano (Buenos Aires), la niña consiguió un peso sano para afrontar un tratamiento contra su enfermedad.
El panorama era desalentador, lo mejor que podían esperar era que la niña utilizara una silla de ruedas durante toda su vida. “Ahora camina y va la escuela, valiéndose de dos bastones. Pero camina”, relata emocionado. “Eso nadie me lo va a quitar”.
La vida de Enrique se encuentra completamente atravesada por su vocación, lo apasiona y lo moviliza. Es una agradecido con la vida, con su familia y con la solidaridad de la gente que lo acompaña.
Por eso, anima a la gente, pero sobre todo a los funcionarios políticos para que se involucren con los que menos tienen. “Si yo soy un cuatro de copas y puedo ayudar, los políticos que tiene los recursos por qué no lo hacen”, se pregunta Enrique.
“Soy feliz haciendo lo que hago. Espero poder seguir haciéndolo mucho tiempo más”, concluye el hombre que lleva como lema “Ayudame a ayudar”.